Otra vez el cangrejo, el Congreso, se niega a caminar
hacia delante. Al libro de historia de Colombia se sumó otro capitulo, que como
tantos otros que se han escrito, nos dará vergüenza releer en un par de años. Hundir
el matrimonio gay fue un triunfo de la arrogancia sobre la libertad.
Ganó la arrogancia de aquellos, que por alguna razón
desconocida, creen conocer el camino del bien, de la virtud. Y que en ese
delirio de superioridad moral e intelectual, son capaces de restringir y
derrotar la libertad de quienes piensan, desean y sienten distinto.
La aprobación del matrimonio entre parejas del mismo
sexo no era más que apelar a la sensatez de un país que se dice laico,
igualitario y pluralista. El país en el que muchos aspiramos vivir. Ese donde
no es mejor ni peor casarse con una pareja del mismo sexo.
Así digan que no, negarle a los homosexuales buscar su
felicidad en el matrimonio, por lo que este significa legal y simbólicamente,
es discriminar y descalificar una decisión que pertenece única y exclusivamente
a la vida intima de las parejas. Sugerir
lo contrario, como que se está salvaguardando la Constitución y la familia, es
solapado.
A la familia, la salvaguardan el amor, el respeto, la
voluntad y el compromiso de sus miembros, sean o no homosexuales. Se equivocan,
y poco ven más allá de sus narices, los que creen que el ‘genero’ de quienes
constituyen una pareja es garante de la armonía familiar. No lo ha sido, y no
lo será entre los matrimonios homosexuales, por una sencilla razón: La
orientación sexual de los seres humanos no define la capacidad que cada uno
tiene de amar y respetar a los demás.
El Congreso, infortunadamente a nombre de Colombia, le
dio un portazo a la comunidad LGTBI, a las parejas gays que tienen derecho a
forjar una familia en el matrimonio. Además, los señores Congresistas
alimentaron la ya larga lista de injusticias que opaca a este país de dos
mares, tres cordilleras, heterosexuales, y homosexuales.
Para acabar, una pregunta. ¿No tienen derecho los
homosexuales a disfrutar las bondades de la familia? En la Colombia de las
convicciones ‘conservadoras’, ¿Repugna la institución más bella de la sociedad
a sus propios hijos? Vaya “familia”. @ManoloAzuero