domingo, 11 de marzo de 2012

LIBRO BLANCO

LIBRO BLANCO

En Bucaramanga de Ivan a Honorio, de Honorio a Vargas, de Vargas a Moreno, y de Moreno a Lucho, tendríamos el libro gordo de petete.

Manolo Azuero

“Transparencia es el concepto opuesto a oscuridad, y es una condición indispensable para luchar contra la corrupción” escribió Sergio Fajardo, el Gobernador de Antioquia, en la introducción del llamado Libro Blanco, un documento que publica diferentes irregularidades de la anterior administración de ese departamento. Más allá de la polémica que su antecesor el ex Gobernador paisa Luis Alfredo Ramos ha querido instaurar, descalificando los cuestionamientos, Fajardo se inventó una pieza que mezcla la ética y la transparencia para desnudar la corrupción, aquel crimen perverso que como el propio Libro sugiere, ha sido inteligente para revestirse de legalidad.

No pongo en duda el derecho que tienen, Ramos y el anterior equipo de Gobierno, de defender la gestión. Es de esperarse que lo hagan. Y de encontrarse inconsistencias en el informe, Fajardo y sus funcionarios se verán en la obligación de rectificar. No obstante, ajeno a los hechos de la política antioqueña, encuentro el Libro Blanco como una ‘zancadilla’, legítima y necesaria, a quienes asumen la gestión de lo público de manera irresponsable y mezquina. Ningún Gobierno, por conveniencia política, debe negarse a informar a la ciudadanía del estado vigente de la administración pública, consecuencia de la acción indebida de gobiernos antecesores. El tema trasciende más allá de la típica analogía al espejo retrovisor. Se trata de un ejercicio que invoca la transparencia, para darle el poder a la sociedad civil de exigir respuestas a los organismos de control y  de cuestionar con argumentos a la clase dirigente. Dirigencia que en 4 años deberá encontrarse con un nuevo Libro Blanco, donde la administración entrante publique, con sustento y seriedad, los hechos relevantes y las consecuencias que deriven de la Gobernación de Sergio Fajardo.

Me parece equivocado calificar de persecución el compromiso de un nuevo Gobierno de ejercer de manera ética la cosa pública. Y es que como el mismo Fajardo lo dice, “más allá de la legalidad esta la ética, la cual no permite fisuras”, y no acepta tampoco el silencio cómplice frente a irregularidades evidentes. Soñando con un Libro Blanco a nivel local, en la ciudad bonita, lejos estaría el Alcalde Luis Francisco Bohórquez de perseguir a sus copartidarios si decidiese publicar las inconsistencias de las administraciones que lo antecedieron. Si lo hiciera, Bohórquez ante todo sería sensato. Si ‘Lucho’ asumiera el camino de la transparencia y la ética, habría ordenado un informe para que los ciudadanos conociéramos con mayor detalle las ejecuciones irregulares de los últimos gobiernos. Solo así se haría realidad el derecho sagrado de la ciudadanía a informarse de los hechos de interés público, y por supuesto, sería consciente el propio gobierno municipal de los errores cometidos, condenados a no repetirse.

Si el ‘Alcalde Social’ reflexionara sobre la filosofía de un ejercicio como el ‘Libro Blanco’, no se arriesgaría a la confusa lección de atornillar en puestos públicos a quienes ya ejercieron el poder con desdén. @ManoloAzuero 

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