Por: Manolo Azuero
Las manifestaciones de la Ola Verde, no eran emocionales como
muchos piensan, eran protestas racionales para defender
principios fundamentales
que este país absurdamente ha decidido olvidar.
Hace un año, a comienzos de abril, Antanas Mockus empataba en las encuestas con la candidata conservadora Noemi Sanín. Los dos lejos del candidato del establecimiento, hoy Presidente: Juan Manuel Santos. Semanas después, Sanín cayó a los últimos lugares y Antanas, promovido por la llamada Ola Verde, resultaba un reto para el oficialismo. Mockus y su propuesta de la legalidad retaron a Santos hasta la segunda vuelta del 20 de junio, día en el cual el elegido del uribismo venció por millones de votos al candidato verde. Hoy, tiempo después, lo que muchos han querido calificar como una falsa ilusión, permanece vigente en el corazón de muchos colombianos. Aquellos que con el documental dirigido por Margarita Martínez, “Antanas Way”, no dejan de conmoverse y claman por un país decente donde el fin no justifique lo medios. Un país donde los fuertes sean quienes respetan la ley, juegan limpio y dicen la verdad.
Muchos dirán que el tema expiró. Que es cuento viejo. Yo me alejo de tal opinión. A Colombia la cae bien hacer memoria y recordar algunos detalles de ese proceso electoral que dejó grandes enseñanzas y permite importantes reflexiones.
El estilo de Antanas es distinto. La campaña Verde fue diferente. La decencia se sobrepuso a cualquier otra tentación estratégica. La responsabilidad de decir la verdad prevaleció frente a la facilidad de endulzar el oído del votante con promesas y mentiras. La razón, en la campaña de Mockus, reemplazó la emoción. Así fue, mas allá de que ahora muchos pretendan asegurar lo contrario.
Los verdes apelaron a la capacidad de raciocinio de los colombianos y no a las emociones infantiles y vacías que conducen a la nada. Cuando preguntaron por Chávez, Antanas habló de la necesidad del dialogo deliberativo y la creación de una relación de interdependencia con el país vecino. La campaña contraria, la del actual presidente Santos, lo clasificó de comunista, amigo de la revolución bolivariana y enemigo de la patria. Hoy el contrincante de Antanas, nuestro Presidente, es “el nuevo mejor amigo” de las ideas verdes en ese sentido.
Mockus fue racional y honesto. Tuvo la sensatez y el valor para criticar al gobierno del presidente Uribe, invitó a la reflexión sobre algunas prácticas cuestionables del anterior periodo presidencial. De la campaña de la U lo tildaron de débil, enemigo de la seguridad nacional, amistoso con la guerrilla. Santos, con gran oportunismo y manipulando las emociones, defendió a capa y espada la pureza del popular uribismo. Después, ya de Presidente, Santos se puso la camiseta verde y nombró como altos funcionarios del ejecutivo a férreos críticos del gobierno Uribe, como Juan Camilo Restrepo, mientras baila el vals con propuestas interesantes del Partido Liberal, también opositor del uribismo.
El actual Presidente dejó la razón, aquella que manejaba la campaña Verde, para gobernar. En elecciones apeló a las verdades a medias, a las emociones insulsas, a la demagogia, porque para él y sus asesores, a diferencia de Mockus, el fin, si justificó los medios. Para Antanas el objetivo no era ganar las elecciones a cualquier precio. Su misión como candidato era invocar la legalidad y rechazar el todo vale. Las manifestaciones de la Ola Verde, no eran emocionales como muchos piensan, eran protestas racionales para defender principios fundamentales que este país absurdamente ha decidido olvidar. Aquellos que Antanas y Fajardo no se cansaron de repetir en los debates y las propagandas: La vida es sagrada, la educación es el camino, la verdad la única opción, los recursos públicos son sagrados, la autoridad se ejerce apegados a la ley, el medio ambiente no es decorativo, es parte esencial del desarrollo humano.
Esa bella parásita, como la llama Antanas en el documental, que los colombianos adoptamos como Ola Verde, nos hizo creer a muchos en un país decente, en un país legal. A más de tres millones nos despertó una profunda convicción por una política limpia y pulcra, por una democracia deliberativa y tolerante, por la educación como motor de la transformación colombiana, por un país con oportunidades, por un gobierno donde los méritos personales valen más que las palancas propias del clientelismo y la politiquería. El estilo de Antanas nos hizo soñar en un país donde un presidente pone lo mejor de sí, pero sobre todo convoca a todos los colombianos a poner lo mejor de cada uno de nosotros. Una posibilidad de país en la que sigo creyendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario