Manolo Azuero
En nuestro país, anualmente, más de 4 billones de pesos del patrimonio público van a parar a los bolsillos de los corruptos. Los impuestos están enriqueciendo cada año a ese batallón de criminales que tienen el coraje de hacerse elegir, pero gobernando les falta valor para defender el bien común. Lo anterior en medio de una infortunada complicidad de gremios y organizaciones sociales, de medios de comunicación, y de instituciones estatales negligentes, que faltan a su deber de controlar y sancionar a todos esos bandidos que dejan las premisas de honestidad y honorabilidad, olvidadas en el papel. La corrupción es un legado que pervive en medio de la impunidad, sus promotores, siguen viviendo en sociedad, influenciando la opinión nacional, e incluso presentándose como candidatos a gobernar. El desaparecido Rodrigo Lara Bonilla, describió ese cáncer nacional de la impunidad en 1982 a través de un valeroso y contundente discurso:
“¿Cuánto daño se la ha causado a Colombia con la impunidad? Cuánto daño se le causa a nuestra sociedad con es negociados que se hacen permanente en los cargos públicos. Con esos capitales que surgen de la noche a la mañana, por un paso de un momento a otro por un ministerio, por una gobernación, por un instituto descentralizado. Sin que el pueblo colombiano sepa cómo se ha sancionado a los responsables de esos negociados.
A tal grado ha llegado ya esa seguridad de la impunidad que existe en Colombia, del resquebrajamiento moral de la sociedad, que quienes pasan por la administración y hacen cuantiosas fortunas, no tienen problema en aparecer invirtiéndolas al otro día que abandonan los cargos públicos. Y así hay muchos colegas nuestros, y así hay muchos diputados y concejales en el país, y así hay muchas personas que han pasado por la administración. Eso le quita seriedad al sistema, eso le quita consistencia a la sociedad colombiana, eso deteriora nuestra democracia. Esa impunidad, eso que vemos todos los días, que nos irrita a nosotros, con mayor razón debe irritar a los humildes, que no tienen asistencia pública y ven morir sus hijos en las puertas de los hospitales.
Hemos visto como se denuncian repetidas veces lo delitos que se cometen y no se conocen las sanciones. Y se van dejando de largo las acusaciones, a ver si se pierde el eco en el aire, y se siguen manteniendo esas condiciones. ¿Cuantos próceres? ¿Cuántos hombres de mucha distinción no nos pueden explicar el origen de su capital? ¿Cuánto daño le causa al país ese fenómeno de la impunidad?”
La semana pasada cuestione a un Alcalde, hoy le pregunto a la sociedad civil y a los órganos de control: ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo lo publico seguirá sirviendo al mal, a lo inmoral e ilegal, en medio del silencio de todos? Hablemos: manoloazuero@hotmail.com
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